martes, 10 de diciembre de 2013

Diciembre llega cargado de regalos (III)

Y, cómo no, miles de gracias también a Alborear:

Salobreña 20 de enero de 2001




Abandonado el cuerpo en la arena dorada, la mente dormita en la quietud del viento, el corazón acompasado con el ritmo de las olas, las aguas de terciopelo, suben suavemente a besar los dedos de los pies, como un dulce amante.


No hay dolores, ni pesadumbres, solo el bienestar, profundo, percibido a través de las notas sueltas, de una melodía de suspiros, que invaden los sentidos, acallando el sufrir.


El sol de enero calienta la piel sin quemarla, impregnándola de fragancias de sal. Los poros bañados de la brisa marina, empapa el sentir de los olores blanco, lleno de paz. 
El viento suave, hace que por un momento el cuerpo, sienta la quietud del silencio, y el estremecimiento de sentir emociones placidas, que despierta el sabor de la esperanza, de aquellos sentimientos sembrado en el pecho, en espera que renazca el amor.
Los ojos teñidos de mar, miran el techo del cielo entre hálitos palpitantes, que deja entrever los dorados rayos del sol y el azul del cielo, interrumpido de vez en cuando por la sombra de una gaviota, que abanica al aire dócilmente, con sus plateadas alas, con sus fervientes voces se desliza suavemente, hasta la orilla húmeda.


El corazón anegado de serenidad, a tientas busca entre los recuerdo, los leves sonidos rebosantes de amor, esparcidos por los angostos caminos y apaciguados por las peripecias de los años, acomodado en el tiempo, donde se fue apagando el enojo.


De pronto, una voz de canela y miel me llama; alargando la mirada en lo lejano del mar, solo diviso las onduladas aguas salerosas que hace oír su melodía de sal, resonando mi interior como un susurro amoroso, invitándome a soñar.


Poco a poco, el sol con su color de fragua y sus rayos recogidos, que no molesta mirarlo, pero solivianta el sentimiento de grandeza, cuando descubre como un ascua intensa se desliza dulcemente en el horizonte, desprendiéndose plácidamente del techo de nubes blancas, y se introduce fervientemente, en las aguas gélidas que se sonrojan candorosamente, por la magnitud del encuentro.
      
Por fin el sol desaparece y el cielo se vuelve gris, en espera que las estrellas se asomen guiñando sonrientes, para que el remolino de la soledad elegida, no se llene de oscuridad y esperar con esperanza, que el nuevo amanecer, vuelva a brillar el sol con las melodías de sal. Haciendo sentir que nada más que por eso merezca la pena vivir.


                           Alborear

3 comentarios:

  1. Michel de Bergerac
    5 de diciembre de 2013 19:58

    Hola Carmen, me ha encantado tu texto "Melodías de mar". Me ha transportado a una playa solitaria bajo una suave luz invernal y me ha impregnado del olor a sal y a yodo, mientras las olas me susurraban al oído poemas de amor. Gracias y sigue enviándonos tus maravillosos textos. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Tornado Celeste
    6 de diciembre de 2013 11:02

    Gracias Carmen. Tus "Melodías de mar" son poesía hecha prosa. Puede sentir los olores…
    Una belleza.
    Abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por vuestro comentarios, la verdad que hace unos años que lo escribí en una playa preciosa, en el mes de enero donde todo era , sabor y olor amar.

    Saludos.

    ResponderEliminar