UNA CONVERSACIÓN CUALQUIERA
Una vez que
surge la propuesta de recopilar relatos del grupo e intentar su edición en un
libro, entre dos de nosotros se produce una conversación que quizá te resulte
conocida, lector de este blog:
—¿Qué opinas de
la propuesta de publicar una antología de cuentos entre los del foro?
—Mira, yo la he
apoyado, pero principalmente por una razón: no creo mucho en eso, pero tampoco
creo que intentarlo haga daño a nadie. Mientras... escribimos, leemos,
corregimos, comentamos... y el taller va funcionando. Es verdad que, entre todos, nos saldría muy
baratillo. Tú, ¿qué opinas?
—Coincido
contigo. Aunque, por desgracia, el factor económico es determinante.
—La
autopublicación está cada día más asequible.
—Si se
encuentra un editor que esté dispuesto a apostar por el proyecto, aunque sea en
el formato de autoedición, a mí no me importaría hacer el esfuerzo.
—Pero no baja
de 350 o 400 €... creo que por 100 ejemplares, lo último que yo vi era algo así.
—Perdón, quise
decir edición a medias (no sé cuál es el término exacto ahora mismo). Si no
encontramos editor, está esta opción, la autoedición.
—Diez
ejemplares para cada uno, 40 €… pues bueno, se regalan para Navidad y te lo
ahorras en otros regalos, jejé. Adjudicado al cuñado que tanto me admira, pongo
por caso.
—La ventaja de disponer de un editor es que la promoción y distribución del libro se facilita. Con la autoedición, todo depende mucho de las opciones que te ofrezca la empresa a la que acudas.
—La ventaja de disponer de un editor es que la promoción y distribución del libro se facilita. Con la autoedición, todo depende mucho de las opciones que te ofrezca la empresa a la que acudas.
—Sí, no lo he
mirado mucho, pero la diferencia es grande. Que te publique una editorial es
complicado, sin embargo, con la posibilidad del e-book, te lo ponen más fácil.
—Hombre, 40
euros hasta yo me los puedo permitir.
—Yo lo que
pienso es que igual se gana poco (ponerlo en el currículum a quien le
interese), pero tampoco se pierde nada.
—Bueno, a mí,
que soy un donnadie y no tengo nada que perder, no me importaría participar en
un proyecto como éste. Al fin y al cabo, puede ser otra forma de darse a
conocer.
—Pues claro, es lo que yo digo. No tenemos nada, pues… menos da una piedra, ¿no? Bueno, veremos quién se anima y qué se puede hacer.
—Pues claro, es lo que yo digo. No tenemos nada, pues… menos da una piedra, ¿no? Bueno, veremos quién se anima y qué se puede hacer.
—Una cosa sí
tengo clara. Debe haber alguien que lidere este proyecto (una cabeza visible
que se haga cargo de todas las gestiones necesarias) y esa persona debe tener
muy claro, por consenso previo preferiblemente, cuál debe ser el hilo conductor
de la colección de relatos, o si debe haber o no hilo conductor.
—Puedes
ofrecerte voluntario.
—Debe
preocuparse de contactar con posibles editores, indagar opciones de
autopublicación, etc. Esto no se puede dejar a la libre voluntad de todos los
interesados, porque en ese caso el proyecto no arrancaría nunca.
—Estoy
totalmente de acuerdo.
—¿Ofrecerme
voluntario? Pues no deja de apetecerme la idea, solo que mi experiencia en el
mundo editorial es totalmente nula y no me atrevo a comprometer a tanta gente
en un proyecto de esta índole sin tener claro cuál es el mejor enfoque.
—Cada uno puede
poner su granito de arena, ir subiendo a un word en el archivo del foro lo que
se vaya mirando y decidir conjuntamente, una vez que se sepa quién se apunta.
Pero luego alguien tiene que llevar la gestión personalmente. Y hay otro
problemilla: corregirnos entre nosotros está bien, luego hacemos caso de lo que
nos parece y listo… pero un editor, te va a poner las comas en su sitio quieras
o no.
—Podemos mirar
cosas, ponerlas en común, y ver qué ofertas hay sin comprometernos con nadie. Y
luego sí, alguien tiene que ir de "cabeza visible".
— Sólo me da
miedo una cosa…
—¿Qué?
—Está claro que, si recurrimos a un editor, éste tendrá sus propios gustos y sus propios intereses artísticos y comerciales (lo cual me parece muy legítimo).
—Está claro que, si recurrimos a un editor, éste tendrá sus propios gustos y sus propios intereses artísticos y comerciales (lo cual me parece muy legítimo).
—Ajajá.
—Siempre existirá la posibilidad, no podemos negarlo, de que algunos de los relatos le parezcan excelentes y otros no tanto, y nos obligue a nosotros a cribar lo que vale y lo que, según su criterio, no merece tanto la pena. ¿Qué hacer en ese caso?
—Siempre existirá la posibilidad, no podemos negarlo, de que algunos de los relatos le parezcan excelentes y otros no tanto, y nos obligue a nosotros a cribar lo que vale y lo que, según su criterio, no merece tanto la pena. ¿Qué hacer en ese caso?
—A eso me
refería yo con lo de "poner las comas en su sitio".
—Una decisión
dura, de consecuencias difíciles de valorar.
—Exacto. Eso,
con la autoedición, está evitado.
—Supongo que,
en tiempos de crisis, tampoco están para despreciar el dinero de nadie,
cualquiera de nuestros relatos puede no ser del gusto de un editor. En una
charla, uno nos habló bastante sobre el tema y decía que lo primero que había
que mirar, era que la línea editorial de donde enviases tu original, tenía que
ser compatible con lo que enviabas, obviamente.
—Efectivamente,
y tampoco nadie está por la labor de derrocharlo, así que imagino que serán
muchos más estrictos a la hora de seleccionar.
—Yo lo que he
visto es que hay sitios que el negocio lo hacen por "imprimir", que
no se ocupan de nada más, luego no pierden dinero, que es otra posibilidad.
—Claro, las
imprentas de toda la vida. Que te imprimían carteles con faltas de ortografía y
no pasaba nada.
—Si no es un
libro de muchas páginas, lo registramos con su ISBN, y a la imprenta. Luego
cada uno puede intentar vender su parte, regalarla a las bibliotecas,
repartirla entre la familia...
—Bien, puede
ser una opción.
—Se pueden
mirar varias y decidir. Por otra parte, obvio que un editor puede rechazar uno
de los relatos, pero estoy segura de que lo que saliera de la revisión que
haríamos entre todos, malo no iba a ser; otra cosa es que fuera de su gusto.
—Claro, pero
sea mejor o peor, si no es del gusto del editor y obliga a rechazarlo para aceptar
el trabajo, yo no tengo tripas ni para comunicárselo al afectado, ni para
acomodarme a la decisión, aunque no sea yo el obligado a comunicárselo.
—Espero que
nadie piense que estamos prejuzgando el trabajo de nadie, pero es obvio que
esta posibilidad se puede dar…
—Te propongo
una cosa: hago un copia-pega de esta conversación y la subimos al foro, a ver
qué opiniones hay por ahí.
—Me parece
perfecto.
Y tú, ¿qué opinas,
lector? ¿Puedes darnos ideas, contarnos experiencias, proponer opciones? Te
esperamos.
Tendemos a pensar
que la vida de un escritor es un tránsito intimista, un ejercicio individual
lleno de recogimiento, tal vez un proceso solitario que implica pequeñas dosis
de sufrimiento y renuncia. La rigidez de la historia nos hace calificarlos como
seres que se encuentran en un plano superior a lo cotidiano, al día a día lleno
de prisas, compras, platos sucios, placeres mundanos e incluso prosaicos gases
intestinales. Nada más lejos de la realidad. Un buen escritor empieza por ser
humano; un ser que simplemente se agarra lo más fuerte que puede al apéndice de
sus sueños. De ahí, la necesidad y bendita suerte de encontrar foros donde
mezclar y compartir los dos mundos en que vivimos inmersos los que disfrutamos
y sufrimos esta pasión.
Antaño los grandes
pensadores se concentraban en tertulias alrededor de la mesa de un café; hoy,
las nuevas tecnologías nos permiten burlarnos de la distancia y del tiempo. De
esta forma, como ya os hemos contado, nos encontramos en un lugar indefinido
del espacio cibernético un grupo de “juntaletras” a través de un concurso en la
red. Resultó gratamente enriquecedor el
hecho de que después de un tiempo, al mirar la publicación, hubiera comentarios
de personas anónimas de lugares y gustos dispares. Fue en ese momento cuando se
empezaron a construir entre nosotros aquellos puentes de los que hablaba
Benedetti: “Puentes indestructibles de palabras”, a través de los cuales
seguimos caminando cada día, hablando y hablando como cosacos, colapsando
nuestros mails, aprendiendo de nuestras experiencias y caminando con una
libretita de notas bajo el brazo, rumbo a no se sabe dónde, quizá en busca del
ansiado país de las utopías.
De momento el
objetivo es compartir, corregirnos, crecer y hacer un libro en común. Este
libro gira en torno a los magníficos dibujos de un gran hombre ya desaparecido,
uno de esos artistas cuya genialidad queda en el fondo de un cajón o en la
intimidad de su familia. Por eso, porque queremos vencer a esos insectos de
plata que se comen el papel, hemos hecho varios relatos alusivos a esos dibujos
que conformarán el libro.
Ese proceso está
resultando costoso pero también muy divertido. Por eso, como la risa y el humor
son muy importantes para el crecimiento personal, hemos querido reírnos de
nosotros mismos haciendo un Book Trailer de ese libro que se encuentra en
construcción. Este trailer es simplemente una broma, pero intenta narrar de
forma simpática el lío en el que nos hemos metido. Hay imágenes que
corresponden a los distintos relatos que conformarán el volumen; estos textos
son serios, pero en el trailer se alude sarcásticamente a su contenido desde
una visión humorística.
Una imagen vale más que mil palabras.
Esperamos que os sirva para haceros idea de lo que será en un futuro el
verdadero trailer de nuestra obra.
Este será un libro realizado
por un grupo de escritores inéditos. Su ilustrador también es un perfecto
desconocido, pero jamás dejó de pintar y dibujar hasta su muerte. Su curriculum
es, más que nada, familiar. Cuando enseñé su obra a los integrantes del grupo
les gustó, hasta el punto de pensar en escribir sobre los dibujos y lo que les
inspiraba. No puedo imaginar un homenaje mayor al hombre que me dio la vida.
Mi padre era el más
alto de toda su familia, medía casi 190 centímetros de
alto, tenía el pelo negro, rizado, y los ojos grises detrás de unas grandes
gafas de miope. Desde muy joven llevó bigote y fumaba continuamente. Ofrecía un
aspecto desgarbado, apacible y amable. Hasta los ochenta años era un hombre
delgado que mantuvo una envidiable forma física. Murió a los ochenta y dos,
tres meses después de asistir a una exposición que le organizó el Ayuntamiento
del pueblo donde quiso vivir. Jamás vendió un cuadro.
Quizás si no
hubiese estudiado farmacia, la vida hubiera trascurrido por otros derroteros,
pero se estableció en el pueblo y dedicó su vida a cuidar de su mujer, enferma
del corazón desde muy joven. Cuando yo tenía once años nos fuimos a vivir en el
mismo edificio de la farmacia, en el piso de arriba, y mi padre no se separó
desde entonces de mi madre ni para tomar café. No salía de la farmacia nunca:
allí recibía a los amigos, que todas las tardes se pasaban por la rebotica para
hacer la tertulia y jugar al ajedrez. Todo un tópico al que sólo le faltaba el
cura, a Dios gracias.
En mis primeros
recuerdos, las reuniones eran en la vieja botica con los pintores locales, y
alguna vez fui testigo de ellas. Defensores de Picasso en batallas dialécticas
contra los defensores de Dalí. Y yo con mis cuentas, en cuadernillos que mi
padre hacía con las facturas y los albaranes, sin tener ni idea de eso del
reciclaje.
Debió ser por
entonces, más o menos por 1960, cuando montaron una exposición colectiva en
Madrid. Era estupendo verlos, llenos de ilusión, embalando y mandando los cuadros,
contándolo en la radio, expectantes y jóvenes… ¡Eran tan jóvenes!
Recuerdo la vuelta
de aquella aventura. Sólo he visto a mi padre realmente furioso en tres
ocasiones y aquella vez fue una de
ellas.
Al parecer, un tal Manuel Sánchez Camargo, articulista de arte y pope
en la dictadura franquista, le había pedido, a cambio de una buena crítica, el
cuadro de “El sueño de Cervantes” (es el que ilustra esta presentación). Ante
la negativa de mi padre, hizo en el ABC una reseña demoledora de la exposición.
El boticario no volvió a exponer con sus
amigos. Años más tarde me confesó que se había sentido muy culpable y
responsable del fracaso de sus compañeros. Me lo contó cuando leyó, en 1967,
que aquel “supuesto” corrupto de pacotilla había muerto. El Señor le haya
perdonado
Pepe Herreros, el
pintor más joven de aquella exposición y el único superviviente, está
considerado uno de los pintores maestros de La Mancha. Mantenemos
una entrañable relación y me habla de aquellas tertulias. Pepe y yo sabemos que
a mi padre le hubiera gustado participar en el proyecto de éste libro que lleva
tanta ilusión acuestas como aquella exposición, como uno más.
PD: a mi padre le encantaba dibujar pequeños
paisajes en los bordes de los libros, dibujos que se rompían mientras la
lectura entretenía su alma. Estaría feliz de ver sus dibujos junto a vuestras
fantasías. Y yo os agradezco que a mi padre le volváis a la vida, aunque sea a
través de las pupilas de vuestros lectores.
Ángela
Sahagún Bonet, la hija del pintor
Se puede decir que, desde el momento en que subimos algún texto nuestro a la Red, de alguna manera ya estamos editando y, además, no en cualquier sitio, sino que lo estamos haciendo sobre un gran folio virtual global que va a sobrevolar los cinco continentes, perdón, los seis por ahora, antes de que se funda del todo el Antártico.
ResponderEliminarMichel, es muy bonito eso que dices, pero hasta que el Antártico se funda definitivamente, deja que me emocione con el olor del papel, con la calidez de los antiguos libros forrados en piel, con las quebradizas ediciones de los libros de bolsillo. Soy de las que les gusta mirar mis endebles estanterías repletas de libros; librerías arrastradas en cada mudanza y que atesoran los muchos libros, juntados desde mi niñez, que me resisto a abandonar. No puedo tirar ni uno, aunque no me gusten, aunque comprenda que jamás voy a leer esa enciclopedia industrial de mil novecientos cincuenta que te explica cómo hacer jabón con el aceite rancio.
ResponderEliminarQuizás lleguemos tarde en éste nuestro empeño de editar nuestro libro, la gente los prefiere electrónicos, ocupan menos, pesan menos, y antes de que nos demos cuenta, la batalla de los libros tradicionales contra las nuevas tecnologías habrá terminado.
Y aquí llega la contradicción de nuestro blog: amantes de los libros con olor a nuevo o con olor a humedad; con un olor prendido a vida de sus dueños, luchando por añadir un libro más, y esperando ser leídos por otros románticos perdedores. Escritores inéditos valiéndose de Internet para conseguir un libro más realizado con olor a tinta impresa.
Que Hermes, Melqart o Merkarth y Thoth o Thoith nos protejan. (Menudo gol os he metido con la ayuda del enemigo, San Google)
¡Hola, soy Lola! Un saludo muy recurrido y que ahora mismo os escribo mostrando una gran sonrisa. Por fin me paso por aquí, muchas gracias por invitarme. Si os sirve de algo os diré que yo, aprendiz de escritora y matemática de profesión a la que le van muchísimo las nuevas tecnologías y gracias a ellas pude meterme en el mundo de escribir y conocer magníficas personas que rodean a este mundo, no tengo un ebook ni quiero tenerlo. Desde hace dos años, por mi cumpleaños y por Navidades, es el regalo que aparece en la mente de mis seres queridos, me lo dejan caer y siempre les digo lo mismo: "Me gusta leer un libro en papel, sé que no sería lo mismo. Necesito el tacto del libro mientras leo, aunque sea la edición más barata de bolsillo, y descansar del brillito que emite el móvil, el ordenador y la televisión". Creo que, efectivamente, no tenéis nada que perder y sí mucho que ganar con esta fusión literaria, de echo ya habéis ganado una gran ilusión durarera que si el gasto económico es el mismo que salir un día a comer por ahí y después al cine, para mí que saldréis ganando. Por cierto, para quien no sepa quién es Lola, si os suena "De vuelta a Roma" tenéis una pista. Besos.
ResponderEliminarDe hecho soy matemática, con la especialidad de Estadística, jajajaja.
EliminarAcabo de ver mi error al leerme a mí misma. Es la importancia que tiene repasar algo antes de publicarlo :-P
¡Ganímedes! Bienvenida, es un placer encontrarte de nuevo. Aquí andamos unos cuantos, bajo otras máscaras que tardarán poco en caer. Estamos calentando máquinas ya, y huele a tinta china; quizá por eso hemos confiado el blog más a las colaboraciones de nuestros lectores y actualizamos menos de lo deseable. Pero os vamos a contar todo el proceso, eso seguro. Seguimos en contacto!
ResponderEliminarHola Lola o Ganímedes. ¿Cómo estás? Nosotros ya hemos realizado dos presentaciones de “Cuentos en tinta china”. La próxima es en Murcia . Aún nos faltan varias por España, Argentina y Uruguay. Pero debemos poner las máquinas en funcionamiento y seguir con el blog.
ResponderEliminarUn gran beso.
Acabo de leer vuestros comentarios. ¡Madre mía, qué lejano me suena Ganímedes! Nada, que muchos besos de Ganímedes, de Juno, de Deucalión y de Lola; uno más y tengo familia numerosa :-))) Feliz Navidad a todos:-D
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