En su taller, Guillermo, el carpintero
modeló, febril, la fiera fauna
del África lejana, aquí, en Las Gaunas.
Una jirafa gris, un paquidermo,
un búfalo cerril, un bicho carnicero
y quién sabe qué más, talló Guillermo.
Y por cuidarlos, un perro. Qué
monada.
Una noche ladró ese cancerbero,
tan fuerte que espantó a la cruel manada.
Corrió el zoo y destrozó la entrada.
De estampida salió. José el noctámbulo,
cuando los vio por Marqués de la Ensenada
y, al llegar a Colón, doblar en ángulo,
se dijo: “Yo me paso a la leche desnatada”
El Gato de Cheshire.
El gato se coloca en su rama y sonríe socarrón. Se saca su poema de la chistera y nos hace cómplices. Hacen falta muchas sonrisas, y al gato nos entra ganas de ronronearle como muestra de agradecimiento. Todos tenemos un gato dentro.
ResponderEliminarEste gato riojano tiene un toque socarrón, yo diría que de Tabuenca. Me encanta.
ResponderEliminarPara que luego digan que solo hay gatos en Madrid. ¡Vivan los gatos riojanos y además de Tabuenca!
ResponderEliminarEs usted un "peassso" poeta, amigo mío.
Alegrome la mañana este dulce carpintero, que talló figuras raras, pero ningún cenicero.
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