lunes, 8 de diciembre de 2014

Adoración



                                
   

Los Reyes Magos se dirigieron al Portal. Antes de llegar se toparon con una valla de mármol. Llegaron hasta la puerta, ante la que estaba un señor vestido de sotana blanca, con su solideo y su báculo de oro.
—¿A dónde van ustedes?
—A adorar al niño.
—¿Tienen día y hora?
—¿Cómo que día y hora?
—Sí, claro. No creerán que se puede venir a adorar así como así. Tienen que pedir cita. ¿No ven toda esa fila de pastores y lavanderas? Pues llevan días esperando. Miren, vayan a aquella mesa, que les den fecha, y luego pónganse a la cola.
—¿Quién es usted?
—El Papa, el representante del Niño.
Mientras Melchor, cabizbajo, fue a pedir hora a la mesa cardenalicia de adoraciones, Gaspar y Baltasar sacaron juguetes de unos sacos y, al ir hacia el final de la cola, fueron repartiéndolos a los niños de los pastores y  de las lavanderas.
El ángel,  sentado en lo alto del portal, con el codo apoyado en una de sus rodillas, y la cara descansando en su mano, miraba la escena aburrido. Esperaba que alguien entrara a adorar, para coger pose.
La Virgen lavaba pañales y los tendía en el romero.

 El Gato de Cheshire

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