RESEÑA DE CONCURSOS LITERARIOS, Y LA
MADRE QUE LOS PARIÓ.
Voy a empezar a
contaros
mi peregrinación por algunos de los concursos en los que, vía
Internet, he participado. No sé si sabréis que soy novata en estas
lides, pero tengo cuatro ejemplos que relataros y hoy... ¡Tachán!
Le ha tocado la vez al tercer concurso de relatos breves “El folio
en blanco”
Participé
y perdí. Tengo que ser sincera, me come un poquito el rencor
de que mi escrito esté de nuevo en la papelera del anonimato, mi ego
se resiente. Bueno, pues no es eso lo que más me molesta; más o
menos tengo asumido que hay mucha gente que escribe mejor que yo.
De vez en cuando me sumerjo en el
ordenador buscando un concurso literario, descarto los de premios
millonarios de novelas (hay que ser realistas y, tonterías, las
justas) y suelo centrarme en los de relatos más o menos breves. De
pronto me encuentro con el que nos ocupa, patrocinado por Carmen y
Gervasio Posadas... “Bien, este es interesante” pensé. El
premio no es gran cosa: les va a salir barata la propaganda:
una matrícula en su escuela de escritores o
cincuenta
euros en libros para retirar del FNAC. “Menos da una
piedra” seguí pensando (yo soy así, maltrato a mis neuronas);
cogí mi propio folio en blanco con la esperanza de que una escritora
profesional, como doña Carmen, valorara y respetara el esfuerzo de
sus congéneres.
No tuve ninguna complicación para
concursar, dejé mi relato, tierno y recién parido, en brazos
extraños. Poco tiempo, apenas quince días para saber el fallo del
jurado presidido por la Posadas.
Silencio frío en torno al concurso...
¿Cuántos más se habrán presentado? ¿Cuántos desesperados
soñarán con ganar unos
libros o
una beca en la prestigiosa escuela de escritores “Yo quiero
escribir”?
Y la glamurosa Carmen
Posadas advierte: si quieres enterarte de lo que ha
pasado con tu cuartilla, busca, busca, busca... que yo no pienso
molestarme.
Tanta belleza, tanta elegancia podrían
derramarse en la forma de tratar a los concursantes. Ellos, los
patrocinadores, te exigen que el escrito sea virgen en letra impresa
y en Internet, se conoce que a los jueces de los concursos les gusta
violar a jovencitos folios en blanco por una
módica
cantidad de dinero y
luego dejarlos tirados en la cuneta o en el triturador de
papel internauta sin un mal “ha sido un placer pisotear tus
sueños”.
Como actuales señores feudales ejercen
el derecho de pernada; se valen de las necesidades de los muchos
escritores hambrientos de reconocimiento para publicitar su escuela
de escritores.
Con lo fácil que hubiera sido
disimular un poquito, dar una palmadita en la espalda, vía cursor, a
todos lo que se han acercado a su puerta. De verdad que, entre
compañeros, está fea tanta grosera indiferencia.
Con lo mona y estilosa que parece usted
en las fotos, doña Carmen.
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