jueves, 22 de agosto de 2013

                      EL ENCANTO DE LA PALABRA
                                  

Don Herminio Del Peral y Briones carraspeó ruidosamente y echando agua de la botella de plástico al vaso de duralex que tenía sobre la mesa, miró con indiferencia a su auditorio, más pendiente de las palabras de presentación que de él estaba haciendo Don Orencio Basáñez, vicepresidente de la “Sociedad Ornitológica El Mirlo Blanco”, que de la variopinta concurrencia.
   Don Herminio Del Peral y Briones se disponía a desarrollar el tema: “El cambio de pluma en las aves de corral”, y para ilustrarse sobre el tema habían acudido a la sala ocho oyentes, entre los cuales había una pareja de unos sesenta años, muy encorbatado él y con un ostentoso abrigo de pieles y enjoyada ella. Cualquiera podría darse cuenta de que eran alguna autoridad municipal, en comisión de servicio, y su esposa. Estaban sentados en el centro de la primera fila de la sala. Había otra parejita sentada en la fila del fondo, una señora con un carrito de la compra a media carga, y otros tres individuos con pinta de ser vocales de la “Sociedad Ornitológica El Mirlo Blanco”.
   Don Herminio Del Peral y Briones, tras beber un trago de agua de casi medio litro, comenzó su perorata.
   Las aves de corral, aunque todas ellas son aves y todas son de corral, no todas son de la misma especie y, bla, bla, bla... 
   A los pocos minutos, el munícipe y su esposa habían ido resbalando por sus sillas y estaban sentados con las posaderas apoyadas en el borde delantero de las mismas, las piernas estiradas ligeramente abiertas, las espaldas recostadas hacia atrás, y sus caras hacia el techo haciendo unos ruidos nada sospechosos con la garganta.
   La parejita, con la cara hacia el suelo él y la cabeza recostada en su hombro, ella, tenían los ojos cerrados y de la boca abierta de la chica caía un hilillo de saliva que le daba a su cara una expresión bobalicona de felicidad.
   La voz de Don Herminio, era a cada momento, más pausada y con un tono de voz, cada vez más apagado: “El piojo aviario, ataca a estas gallináceas causando, bla, bla, bla...   
   Don Orencio, el presentador, roncaba abiertamente, y los vocales con las cabezas apoyadas en la pared de la derecha uno, y a cada lado de una columna, los otros dos, hacía rato que estaban en el limbo, mientras la señora del carrito estaba caída de costado, ocupando tres sillas con su cuerpo estirado.
   Al final, Don Herminio incapaz de sostener el peso de sus párpados quedó callado y con su cuerpo sentado en un equilibrio inverosímil.
   Durante un buen rato la conferencia fue un concierto de ronquidos.
   De pronto, el vocal recostado en la pared resbaló y se cayó de la silla, pero rápido de reflejos, sin duda no era la primera vez, rompió a aplaudir de forma desaforada y al momento, los ocho asistentes estaban aplaudiendo con furia.
   Don Herminio Del Peral y Briones algo confuso apenas pudo musitar un “Muchas gracias” y todos fueron levantándose y saliendo de la sala lentamente.


                                            El Gato de Cheshire

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