miércoles, 26 de junio de 2013

Una conversación cualquiera



Una vez que surge la propuesta de recopilar relatos del grupo e intentar su edición en un libro, entre dos de nosotros se produce una conversación que quizá te resulte conocida, lector de este blog:

—¿Qué opinas de la propuesta de publicar una antología de cuentos entre los del foro?
—Mira, yo la he apoyado, pero principalmente por una razón: no creo mucho en eso, pero tampoco creo que intentarlo haga daño a nadie. Mientras... escribimos, leemos, corregimos, comentamos... y el taller va funcionando.  Es verdad que, entre todos, nos saldría muy baratillo. Tú, ¿qué opinas?
—Coincido contigo. Aunque, por desgracia, el factor económico es determinante.
—La autopublicación está cada día más asequible.
—Si se encuentra un editor que esté dispuesto a apostar por el proyecto, aunque sea en el formato de autoedición, a mí no me importaría hacer el esfuerzo.
—Pero no baja de 350 o 400 €... creo que por 100 ejemplares, lo último que yo vi era algo así.
—Perdón, quise decir edición a medias (no sé cuál es el término exacto ahora mismo). Si no encontramos editor, está esta opción, la autoedición.
—Diez ejemplares para cada uno, 40 €… pues bueno, se regalan para Navidad y te lo ahorras en otros regalos, jejé. Adjudicado al cuñado que tanto me admira, pongo por caso.
—La ventaja de disponer de un editor es que la promoción y distribución del libro se facilita. Con la autoedición, todo depende mucho de las opciones que te ofrezca la empresa a la que acudas.
—Sí, no lo he mirado mucho, pero la diferencia es grande. Que te publique una editorial es complicado, sin embargo, con la posibilidad del e-book, te lo ponen más fácil.
—Hombre, 40 euros hasta yo me los puedo permitir. 
—Yo lo que pienso es que igual se gana poco (ponerlo en el currículum a quien le interese), pero tampoco se pierde nada.
—Bueno, a mí, que soy un donnadie y no tengo nada que perder, no me importaría participar en un proyecto como éste. Al fin y al cabo, puede ser otra forma de darse a conocer.
—Pues claro, es lo que yo digo. No tenemos nada, pues… menos da una piedra, ¿no? Bueno, veremos quién se anima y qué se puede hacer.
—Una cosa sí tengo clara. Debe haber alguien que lidere este proyecto (una cabeza visible que se haga cargo de todas las gestiones necesarias) y esa persona debe tener muy claro, por consenso previo preferiblemente, cuál debe ser el hilo conductor de la colección de relatos, o si debe haber o no hilo conductor.
—Puedes ofrecerte voluntario.
—Debe preocuparse de contactar con posibles editores, indagar opciones de autopublicación, etc. Esto no se puede dejar a la libre voluntad de todos los interesados, porque en ese caso el proyecto no arrancaría nunca.
—Estoy totalmente de acuerdo.
—¿Ofrecerme voluntario? Pues no deja de apetecerme la idea, solo que mi experiencia en el mundo editorial es totalmente nula y no me atrevo a comprometer a tanta gente en un proyecto de esta índole sin tener claro cuál es el mejor enfoque.
—Cada uno puede poner su granito de arena, ir subiendo a un word en el archivo del foro lo que se vaya mirando y decidir conjuntamente, una vez que se sepa quién se apunta. Pero luego alguien tiene que llevar la gestión personalmente. Y hay otro problemilla: corregirnos entre nosotros está bien, luego hacemos caso de lo que nos parece y listo… pero un editor, te va a poner las comas en su sitio quieras o no.
—Podemos mirar cosas, ponerlas en común, y ver qué ofertas hay sin comprometernos con nadie. Y luego sí, alguien tiene que ir de "cabeza visible".
— Sólo me da miedo una cosa…
—¿Qué?
—Está claro que, si recurrimos a un editor, éste tendrá sus propios gustos y sus propios intereses artísticos y comerciales (lo cual me parece muy legítimo).
—Ajajá.
—Siempre existirá la posibilidad, no podemos negarlo, de que algunos de los relatos le parezcan excelentes y otros no tanto, y nos obligue a nosotros a cribar lo que vale y lo que, según su criterio, no merece tanto la pena. ¿Qué hacer en ese caso?
—A eso me refería yo con lo de "poner las comas en su sitio".
—Una decisión dura, de consecuencias difíciles de valorar.
—Exacto. Eso, con la autoedición, está evitado.
—Supongo que, en tiempos de crisis, tampoco están para despreciar el dinero de nadie, cualquiera de nuestros relatos puede no ser del gusto de un editor. En una charla, uno nos habló bastante sobre el tema y decía que lo primero que había que mirar, era que la línea editorial de donde enviases tu original, tenía que ser compatible con lo que enviabas, obviamente.
—Efectivamente, y tampoco nadie está por la labor de derrocharlo, así que imagino que serán muchos más estrictos a la hora de seleccionar.
—Yo lo que he visto es que hay sitios que el negocio lo hacen por "imprimir", que no se ocupan de nada más, luego no pierden dinero, que es otra posibilidad.
—Claro, las imprentas de toda la vida. Que te imprimían carteles con faltas de ortografía y no pasaba nada.
—Si no es un libro de muchas páginas, lo registramos con su ISBN, y a la imprenta. Luego cada uno puede intentar vender su parte, regalarla a las bibliotecas, repartirla entre la familia...
—Bien, puede ser una opción.
—Se pueden mirar varias y decidir. Por otra parte, obvio que un editor puede rechazar uno de los relatos, pero estoy segura de que lo que saliera de la revisión que haríamos entre todos, malo no iba a ser; otra cosa es que fuera de su gusto.
—Claro, pero sea mejor o peor, si no es del gusto del editor y obliga a rechazarlo para aceptar el trabajo, yo no tengo tripas ni para comunicárselo al afectado, ni para acomodarme a la decisión, aunque no sea yo el obligado a comunicárselo.
—Espero que nadie piense que estamos prejuzgando el trabajo de nadie, pero es obvio que esta posibilidad se puede dar…
—Te propongo una cosa: hago un copia-pega de esta conversación y la subimos al foro, a ver qué opiniones hay por ahí.
—Me parece perfecto.

Y tú, ¿qué opinas, lector? ¿Puedes darnos ideas, contarnos experiencias, proponer opciones? Te esperamos.


sábado, 22 de junio de 2013

HISTORIA DE UN CIBERENCUENTRO



                                                               
                                                            Michel de Bergerac


     —¡Ay, qué triste vida! —te dijiste, al terminar de leer aquel magnífico y a la vez triste relato. Y entonces, lo escribiste tal cual y se lo enviaste a su autora. Sí, no tenías ninguna duda, aquella historia tenía que haber sido escrita por una mujer.
     Así comienza el relato breve de tu ciberencuentro con algunos de los componentes de este blog que acabáis de crear. Aunque esta historia tiene su origen unos cuantos años antes…
                                               …………………………………….
     ¿Aún recuerdas algunos de los detalles de tu vacilante entrada bajo aquel arco abierto a la adolescencia?  
     Sí, hay uno en especial. Tenías catorce años y te presentaste por primera vez a un concurso literario a nivel nacional para alumnos de 4º de bachillerato. Tuviste que escribir un relato cuyo tema era “la electricidad”. Sentado en un pupitre de una inmensa clase y rodeado de una gran cantidad de “rivales”, empleaste algunos minutos antes de decidirte a dejar tu huella sobre el blanco papel. El primer premio era un viaje a Lisboa, la bella Lisa, pero tú quedaste quinto y fuiste muy feliz por el premio que te dieron: un verdadero reloj suizo. El primer reloj que te ganaste gracias a tu esfuerzo. ¡Qué orgulloso que estabas! Y te decías a ti mismo que aquello era solo el principio. Siempre soñaste con convertirte en un buen escritor, como aquellos a los que leías entonces. Te imaginaste tu futura vida viajando alrededor del mundo y conociendo a mucha gente. Pero el tiempo pasaba y no tuviste la perseverancia necesaria para llegar a ser lo que habías soñado, aunque sí se cumplieron algunos de tus otros sueños. Viajaste, viviste en otros países, conociste a mucha gente, aprendiste a hablar otras lenguas, incluso llegaste a llenar algunas páginas con notas sobre lo que estabas viviendo. Te decías que siempre podrían ser de mucha utilidad en el futuro. Y este se fue convirtiendo en presente sin apenas darte cuenta. Te casaste con una chica maravillosa venida de otro continente, que era tan viajera como tú. Fundaste una familia y siempre intentaste ser el mejor esposo y padre posible. Trabajaste mucho durante todos estos años, pero no encontrabas el tiempo suficiente para dedicarte a lo que tú querías: escribir y escribir. Y un día, una afortunada alineación de los planetas con sus correspondientes satélites, hizo que las circunstancias fuesen favorables para que aquel sueño comenzara a hacerse realidad. Te informaste sobre los diferentes certámenes literarios que eran convocados y decidiste presentarte a uno de relatos breves. El que enviaste fue publicado en el ciberespacio y, para gran satisfacción tuya, algunas personas lo leyeron y empezaron a enviarte comentarios en prosa y hasta en verso. ¡Qué bien! Aquello ya era un buen premio para ti. También leíste varios de los relatos que se habían presentado al certamen y enviaste tus propios comentarios. Llegados a este punto, volvemos al inicio de nuestra historia.
                                               …………………………………..... 
     —¡Ay, qué triste vida! —te contestó la autora del magnífico y a la vez triste relato que tanto te había gustado. A partir de ese momento, entre los dos escribisteis un buen guion para una futura novela histórica de ficción, que incluso fue seguido a través del espacio virtual por algunos incondicionales, mientras consumíais el tiempo de espera hasta la llegada de la resolución del certamen y compartíais las canciones de vuestra vida. En todo ese tiempo frecuentasteis la mejor bodega de aquel pueblo global, tan bien llevada por una bella doncella disfrazada de caballero, en donde conocisteis a personajes singulares que, al igual que vosotros, acudían a aquel mágico lugar en busca de descanso y buena charla mientras saboreabais el dulce elixir de la amistad y del amor por las letras.
     Y al calor de su acogedora chimenea, los días fueron pasando y aquella encantadora relación fue cada vez a más hasta conformar un fantástico equipo de amigos juntaletras, embarcados en una preciosa aventura a través de un mar lleno de ilusiones.
     Por fin, la canoa de corteza con la que emprendiste este viaje, había llegado a buen puerto guiada por el sonido de una bellísima melodía transportada por el viento y cuyos ecos aún resuenan dentro de ti:

                                 
 

lunes, 17 de junio de 2013

EL GÉNESIS

Cuenta la leyenda que algunos de los integrantes del grupo ya se conocían antes de todos los tiempos, en un lugar oscuro de Internet, que se llama El corral de las palabras. Les llamamos “Los viejos del corral” y, de boca en boca corrió el rumor de que se sacudieron la plumas, salieron del gallinero y fueron en busca de nuevas experiencias.          
 Quizás exageran los que hablan de un resurgir de sus cenizas cual aves fénix, pero lo cierto es que llegaron a posarse, con apariencia humana, en un concurso para relatos breves. Majestuosos, se acercaron a relatos ajenos y se mezclaron con los pobres mendigantes de reconocimiento; leyeron sus trabajos, los comentaron, compartieron sus conocimientos y, por qué no decirlo, sus ganas de cachondeo.
El concurso en cuestión  tenía un amplio periodo de aceptación de trabajos. Durante largos meses, aprendices y maestros a la hora de escribir, esperaban el veredicto que les permitiera ver su relato en un libro antológico y, mientras, empezaron a hablar de lo divino y de lo humano. Sentados en la sala de espera, al final se hicieron amigos. Perfectos desconocidos, sin referencias de aspecto físico y de vivencias compartidas. Amigos unidos por las palabras.

Queremos que vosotros,  los nuevos amigos del blog, leáis los relatos que nos acercaron, en el Génesis. Y, quién sabe, quizás esto sea también el comienzo de una hermosa amistad.

domingo, 9 de junio de 2013

En las procelosas aguas de Internet, un grupo de amigos, unidos por su amor a la literatura y al vicio de escribir, acaba de inaugurar este blog. Hartos de peregrinar de concurso literario en concurso literario, cansados de mendigar en las editoriales un librito, por favor; un buen día decidieron aunar voluntades y construir un libro entre todos. Y en ello estamos.
Mientras escribíamos, empezamos a buscar quién podría editarnos, miramos al fondo de nuestros bolsillos y a algunos hasta se nos escapó una lágrima. Pero el libro estaba quedando genial, había que publicarlo como fuera…en un momento del proceso nos percatamos que había una historia que contar sobre ello, quizás tan interesante como el propio libro, y que podría serle útil a mucha más gente: personas como nosotros, con relatos guardados en el cajón del ordenador. Escritores inéditos con obras interesantes escritas que sólo las disfrutan los amigos y su familia; juntaletras novatos, desconcertados y sin saber qué hacer, a dónde dirigirse para ver su libro, algún día, expuesto en las librerías de su pueblo, de  su ciudad.
Bueno, pues no prometemos nada. No sabemos si vosotros o nosotros, los amigos del blog, conseguiremos ese sueño. Pero aquí tenéis nuestro hombro para llorar decepciones, comprensión para vuestros cabreos contra el mundo editorial; nos vais a encontrar para hablar y  para leer los relatos que deseéis enseñarnos.
Queremos que nos conozcáis, que sepáis con quién estáis hablando. En vez de fotografías y currículos, desempolvamos uno de los ejercicios que ponen en los talleres de literatura e hicimos nuestro retrato a golpe de letras. Señores y señoras, pasen y vean, y, si quieren, únanse al grupo: estaremos encantados de conocerlos.

OS PRESENTO A LA REINA DE SU CASA

Me gusta la gente con sonrisa en los ojos y las manos cálidas. Las viñas en otoño y el agua fría en los pies.
Adoro las casas viejas y los muebles achacosos. La independencia de los gatos y la noche de Reyes; hablar con mis amigos, el frío en la nariz y el calor protector de las mantas con olor a suavizante.
Comería a menudo gachas en el campo, rascando “lo pegao”, o migas en vendimia. Me gusta ser de un lugar árido con un río burlón (ese que se esconde y confunde a los geógrafos) y saber que mi pueblo fue la capital de la Tierra de la Luz de los árabes.
Añoro la mirada de mis hijos cuando les contaba cuentos que inventaba para ellos. Guardo con uñas y dientes mi pequeña parcela de libertad; paladeo que la gente me quiera, reír y fumar. Me gusta mucho fumar.

No me gusta la gente con ropa cara y densamente perfumada, ni los hombres con gomina en el pelo y en las palabras. No puedo con el calor húmedo de las playas ni con la arena entre los dedos de los pies.
Detesto los muebles relucientes, nuevos y sin historia ni alma. Los perros pequeños vestidos por sus amos y La Navidad del consumo envuelta en burbujas  Freixenet.
No me gusta la Nouvelle Cuisine, ni las grandes ciudades; me agobian los grandes museos así  como viajar a golpes de horarios: detesto que un guía me diga lo que tengo que mirar.
Odio el olor a incienso de las iglesias, el bisbiseo de las beatas en las misas. Odio la muerte y no poder escribir te quiero con mis dedos en tu espalda.

EL PRINGAO DEL BARRIO

No me gusta la gente que sonríe falsamente  y, cuando te da la mano, estruja la tuya hasta el martirio pretendiendo ser efusiva. Las viñas en otoño, porque en septiembre ya les han quitado todas las uvas y parecen esqueletos, ni el agua fría que, incluso en verano, me provoca temblores.
Las casas viejas y los muebles achacosos, porque la miseria se contrapone a la riqueza de los demás. La independencia de los gatos, porque arañan y no son como los de Walt Disney, y la noche de Reyes, porque me contaron que los Reyes son los papás y, los que no lo son, cazan elefantes; Tampoco me gusta hablar con los amigos, porque las conversaciones de juventud se han convertido en monografías sobre el trabajo y lo listos que son los hijos; odio el frío en la nariz, porque me hace moquear y el olor de las mantas con olor a suavizante, porque me da arcadas.
Nunca como nada en el campo, porque la comida está fría y, encima, los demás se empeñan en comer del mismo plato. Habiendo nacido en el Mediterráneo, me desconsuelo habitando en los lugares áridos con ríos llenos de pesticida, y creo que los que se creen que su pueblo es el ombligo del mundo, no han visto nunca el mapamundi desde otro hemisferio.
Añoro la mirada de mis hijos en cualquier tiempo y lugar. Mi libertad hace tiempo que la cedí al bien común, y aunque ello me desespere, seguiré prefiriendo perder a ganar a costa de los demás. No espero que la gente me quiera y pienso como Einstein que, cuando le preguntaron si era feliz, contestó: “No, ni falta que me hace”

Me gusta la gente con ropa cara y densamente perfumada, y las mujeres con el cabello vaporoso y la sonrisa en las palabras. Añoro el calor de las playas de la Costa Brava y la arena corriendo por mis dedos como un reloj de arena.
Quiero que los muebles estén relucientes, nuevos y con aroma de limpieza. Adoro a los perros que se dejan vestir con docilidad por sus amos y La Navidad en que todos nos reunimos alrededor del turrón y del Cava Canals i Nubiola, el día de los enamorados, el día del padre y el día del libro. Me gusta la Nouveau Cuisine (acabo de comer bondiola de ternera a la reducción de vino de Oporto, con ciruelas y crema de batata) y las grandes ciudades llenas de cultura, cosmopolitismo y actividad, aunque erradicaría de ellas a los guías.
Me gusta el olor a incienso de las iglesias y el bisbiseo de las beatas en las misas. Me paso el día escribiendo te quiero con la punta de los dedos en todos los poros de tu alma. Y soy el legionario: Soy el novio de la muerteeee, mi más leal compañeraaaaa.

EL GATO DE CHESHIRE

Si hay que hacer una lista de cosas que me gustan, y de otras que no, es imposible.
Me gustan mi familia, mis amigos, vosotros que también soy mis amigos. Me gusta leer las cosas que escribís, me gusta criticaros las cosas que escribís –y mandarlo al Corral para que lo sepáis, claro-. Me gusta oír a mi mujer que ronda por la casa. Me gusta tomar el vermut con ella los Domingos y pasearnos por la calle Portales los días de buen tiempo, me gusta que me agarre del brazo. Me gusta la libertad que me da. Me gusta chiquitear  a diario con mis amigos de siempre, para beber cuatro vinos y decir con ellos, burradas de las mujeres, de los jefes, de las mujeres de los jefes, de los políticos y de lo que se tercie, pero como dice un amigo mío cuando le riñe a su hija por llegar tarde a casa: cuidado con lo que hacéis, que la juventud de ahora… Ella le contesta “Oye, que me dices a mí, si aquí todos sabemos la fama que tenías tú de joven” Y el le contesta “Ya, pero entonces lo hacíamos sin maldad, no como ahora” Pues eso, criticamos a todos pero sin maldad, solo por regodearnos.
Me gusta releer los libros que me gustaron la primera vez. Si no lo hago ya, no me va a dar tiempo. De los nuevos no leo casi nada.
Me gustan tantas cosas…

No me gustan:
No me gusto yo.
No me gusta la pedantería y yo muchas veces soy pedante.
No me gusta la falsa modestia y la practico más de lo que quisiera.
No me gusta mi vida anterior, ni la por venir. Me gusta hoy.
No me gusta mi timidez al conocer gente, ni mi verborragia cuando he cogido confianza.
No me gustan mis miedos ni mi pusilanimidad.
No me gusta que haya demasiada gente a la que de entrada le caigo mal. Pero no me extraña ni me molesta.
No me gustan tantas cosas…

CRONOPIO

Me gusta desnudarme letra a letra.
Me encanta que la razón prevalezca porque eso ocurre tan poco.
Cuando les hablo a las plantas pongo la voz más dulce.
Quisiera que en las escuelas enseñaran a soñar.
Una vez escuché a Dios en una caracola.
Me rejuvenece contar amaneceres.
Me pongo bizca cuando miento y negra cuando me mienten.
Todos los días rozo el borde de la felicidad con el mismo dedo.
La vida ha intentado amputarme caricias y no ha podido.
Me gusta el libro que sale al final de las películas de Disney y se cierra. Siempre lloro con Bamby.
Más de una vez he soñado que volaba abarcando con mis alas todo un pueblo.
Me gusta escribir en el aire.
Idear motivos para tu risa.
Tengo un juanete con vida propia.
De pequeña creía que Ortega y Gasset eran hermanos.
Me gusta mirar por las ventanas de los charcos y contar las nubes que pasan. ¿Verdad que antes había más charcos? 
Me gusta perder el tiempo intentando alargar las horas.
Me es fácil imaginar cuentos cuando sonríes,
pero más cuando lloras.
Me salen versos por las orejas, como el que acabas de leer.
Me pirran los libros con chocolate.
Me gusta ser madre, comer y hacer el amor. En ese orden.
Lo de comer y hacer el amor, los demás no lo dicen por vergüenza.  
Adoro la luz de la tarde atravesando las hojas y la velocidad de las golondrinas.
Siempre se me pegan los macarrones y las melodías.
Creo firmemente que el amor está del lado de la pobreza y de parte de las utopías.
Si me lees se me enciende una lucecita.

No me gustan los símbolos ni quienes se aferran a ellos.
No me gustan las personas que aprietan los labios.
No me gusto cuando me enfado. Ni cuando grito.
No me gusta el olor de los hospitales.
Ni la grandilocuencia de los políticos.
Por principios no veo la tele. Odio las imágenes repetidas.
No me gustan las poses ni la falsa humildad.
Ni las señales de tráfico y mucho menos las señales del sufrimiento.
Me resulta tremendamente difícil llenar ausencias.
No me gustan los que dicen que no tienen tiempo.
No me gustan los conformados, ni los uniformados ni los radicalmente disconformes.
Una vez me disfracé de mendigo y me volví invisible. Lo juro.
Confieso que no me gustan los libros gordos.
El único animal que me parece feo es el hombre. Salvo excepciones inalcanzables.
No me gustan los que presumen de leer mucho. Leer bien es complicado.  
Me dan miedo los tres primeros segundos después de apagar la luz. Luego ya no.
No me gustaría pasear por tus ojos sin llegar a tocar tu corazón.


Mesdames et Messieurs, je vous présente… MICHEL DE BERGERAC

Primavera:
                 Me gusta ver a la Pacha Mama reiniciar su ciclo de vida y, a la luz, ganar su particular pulso contra la oscuridad. También me gusta observar cómo florece la parra virgen vistiendo de verde el patio de mi casa. El olor a jazmín. El olor de tu piel, el olor de todas las pieles de todos los colores y de todas las razas.
Verano:
             Me gusta la luz del Sur, las casitas encaladas, el horizonte vestido de olivares y el aroma del aceite de oliva. Me gusta bañarme en un mar tranquilo en un día de calor, para después caminar durante un buen rato sobre la arena mojada. Sentir la brisa marina sobre mi piel aún húmeda. El sabor a sal y el olor a yodo. Me encanta hacer el amor a la hora de la siesta, los cuerpos empapados de sudor. Y volver a la playa al atardecer para pasear por el malecón mientras contemplo la caída del dios Sol.
Otoño:
           Me gusta el misticismo de la meseta castellana allá por noviembre, pasearme por un parque con sus caminos alfombrados de hojas, el ruido de mis pasos al caminar sobre ellas, el olor a tierra mojada, sentarme en un banco y leer de nuevo las rimas y leyendas de Bécquer.
Invierno:
              Me gusta ver cómo cae la nieve a través de los cristales, en casa, calentito, mientras escucho “Tubular Bells”. También me gusta salir a pasear bajo los blancos y silenciosos copos. Y volver a sentir el calor del hogar cuando regreso.
Siempre:
              Me encanta viajar, conocer mundo, gente muy diversa, y constatar que el alma no tiene fronteras. Me gusta aprender palabras nuevas en todos los idiomas del planeta. Me gusta seguir siendo el eterno estudiante, seguir descubriendo algo nuevo cada día. Me gusta probar el pan y el vino de cada región que visito. Y en todas partes me gustan los huevos fritos. Me gusta fumar.
              Me gusta la gente que es humilde, solidaria y que sabe dialogar. Me gustan los inmigrantes, por toda la riqueza cultural que nos aportan. Yo también fui un día inmigrante. Me encanta la literatura, la música, la pintura, el teatro y el cine. También me gusta el fútbol (qué le voy a hacer), porque es accesible para todos, sin distinción de clase, se puede jugar en cualquier lugar y, además, con una pelota hecha con papeles atados con cuerdas, como yo lo hacía en mi niñez.
              Me gusta la franqueza y la gente que va siempre de cara. Me gusta la sonrisa sincera de esos niños de medio mundo, a pesar de la vida llena de miseria que les ha tocado en (terrible) suerte vivir. Me gustan las personas con sensibilidad y que te miran a los ojos cuando les hablas o te hablan. El lema que más me gusta es: “Haz el amor y no la guerra”.
              Me han encantado siempre las culturas aborígenes por su sabiduría y por el maravilloso trato que han tenido con la Madre Tierra.  
               Me encanta el proyecto que tenemos del libro conjunto y del blog.
                                                                   XXXXXXX
Nunca:
            No me gustan los políticos con su falsa sonrisa de “pepsodent”. Ni sus discursos llenos de mentiras, ni sus políticas de “austeridad para muchos y derroche para pocos”. Ya lo decía Omar Kayam, el gran poeta persa, célebre por sus odas del vino: “Cuando me despierto, prefiero escuchar el eructo de un borracho que el discurso de un hipócrita”.
            Tampoco me gustan los manipuladores, los que tergiversan la realidad para sacar provecho propio engañando a los demás. No me gustan ni los “salvapatrias” ni los que dicen estar en posesión de la verdad. No me gusta la gente tan pobre, tan pobre, tan pobre, que lo único que tiene es dinero.
            No me gustan los uniformes, nunca me han gustado. Ni los desfiles, con sus trompetas y su redoblar de tambores. Tampoco me gustan los palcos de personalidades. No me gustan los conflictos bélicos, ni las armas, ni ningún tipo de violencia.
            No me gustan las monarquías, ni la jerarquía eclesiástica, con sus innumerables riquezas, que además, pagamos entre todos. ¡Que les den! Y no me gusta para nada la situación actual en la que se encuentra nuestro planeta.
             Tampoco me gusta la “nouvelle cuisine”. Soy de los que prefieren mojar el pan en la salsa de un buen estofado de ternera hasta dejar el plato limpio y reluciente.

SIGNORINA PIRANDELLO en busca de un lector

No me gusta hacer listas y en especial odio hacer la lista de la compra. Las cosas que pondría que me gustan son una cursilada. Las que no me gustan, obvias. Un amigo juntaletras hizo una lista de éstas muy bonita: decía que le gustaban las sábanas limpias. Nos abrazamos en un puente y luego se fue y luego se fue del todo. No odio más que nada las despedidas, sino a los incapaces de despedirse; y a mí misma, por ser incapaz de dejar de recordarlos cuando cambio las sábanas. ¿Gustarme más que nada? Tú cuando me lees. Y me gusta...

“Me gusta cuando callas porque estás como ausente”, como dijo Neruda.
O “Lo que más me gusta es rascarme los sobacos”, que dijo Bukowsky.
...¿qué decir después de eso? Que no alcanzaré nunca esos hitos de la poesía, lo sé. Y, sin embargo, me gusta escribir, me gusta que me lean, me gusta que me digáis si os gusta o por qué no os gusta Me gusta leer y deciros si me gusta o por qué no me gusta. Me gustaría que un editor se enamorase de mis palabras y me hiciese un libro muy muy bonito sólo para mí, pero no me gusta (y me da mucha vergüenza) suplicar la magia. Así que aquí estoy... disimulando, a veces incluso con tacones.

TORNADO CELESTE

Me gusta poder identificar a mis seres amados por su olor. Cada piel tiene su propio perfume y yo me he enamorado de ellos.
Me gusta mirar fijamente cualquier objeto bien iluminado y después cerrar los ojos y ver como su forma aparece en negativo dentro de mi cerebro.
Me gusta el rechinar de las puertas con sus bisagras poco aceitadas, su sonido eriza mi piel   y me transporta hacia historias de fantasmas.
Me gusta acariciar a mi perrita con los pies y sentir su suave pelaje.
Me guata escuchar los silbidos del viento cuando se arremolina sobre las ventanas de mi hogar.
Me gusta observar las manos de las personas; ellas me hablan de vida, actividades…
Me gusta dibujar figuras con mis dedos sobre los cristales bañados de vapor.
Me gusta que mis pulgares naveguen en la palma de la otra mano.
Me gusta ver los actos de magia y sorprenderme,  como cuando tenía cinco años.
Me gusta fotografiar cualquier imagen, objeto o persona, que se vea reflejado en un espejo.
Me gustan los espejos, pues aportan  magia al mundo. A veces creo encontrar en ellos otra dimensión.
Me gusta el sonido que produce el maíz crepitando dentro de una olla cuando la pongo sobre el fuego.

No me gusta pensar en lo que no me gusta.
No me gusta tener los pies fríos.
No me gusta dormir en sábanas arrugadas.
No me gusta encontrar migas en la cama.
No me gusta tener horarios para comer.
No me gusta despertarme y no conciliar el sueño.
No me gusta perder el poder de sorprenderme.
No me gusta no saber qué no me gusta.
No me gusta no encontrar las palabras adecuadas para describir situaciones.
No me gusta ser tan emocional.
No me gusta dejarme influenciar.

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