En las
procelosas aguas de Internet, un grupo de amigos, unidos por su amor a la
literatura y al vicio de escribir, acaba de inaugurar este blog. Hartos de
peregrinar de concurso literario en concurso literario, cansados de mendigar en
las editoriales un librito, por favor; un buen día decidieron aunar voluntades
y construir un libro entre todos. Y en ello estamos.
Mientras
escribíamos, empezamos a buscar quién podría editarnos, miramos al fondo de
nuestros bolsillos y a algunos hasta se nos escapó una lágrima. Pero el libro
estaba quedando genial, había que publicarlo como fuera…en un momento del
proceso nos percatamos que había una historia que contar sobre ello, quizás tan
interesante como el propio libro, y que podría serle útil a mucha más gente:
personas como nosotros, con relatos guardados en el cajón del ordenador.
Escritores inéditos con obras interesantes escritas que sólo las disfrutan los
amigos y su familia; juntaletras novatos, desconcertados y sin saber qué hacer,
a dónde dirigirse para ver su libro, algún día, expuesto en las librerías de su
pueblo, de su ciudad.
Bueno, pues
no prometemos nada. No sabemos si vosotros o nosotros, los amigos del blog,
conseguiremos ese sueño. Pero aquí tenéis nuestro hombro para llorar
decepciones, comprensión para vuestros cabreos contra el mundo editorial; nos
vais a encontrar para hablar y para leer los relatos que deseéis
enseñarnos.
Queremos que
nos conozcáis, que sepáis con quién estáis hablando. En vez de fotografías y
currículos, desempolvamos uno de los ejercicios que ponen en los talleres de
literatura e hicimos nuestro retrato a golpe de letras. Señores y señoras,
pasen y vean, y, si quieren, únanse al grupo: estaremos encantados de
conocerlos.
OS
PRESENTO A LA
REINA DE SU
CASA
Me gusta la
gente con sonrisa en los ojos y las manos cálidas. Las viñas en otoño y el agua
fría en los pies.
Adoro las
casas viejas y los muebles achacosos. La independencia de los gatos y la noche
de Reyes; hablar con mis amigos, el frío en la nariz y el calor protector de
las mantas con olor a suavizante.
Comería a
menudo gachas en el campo, rascando “lo pegao”, o migas en vendimia. Me gusta
ser de un lugar árido con un río burlón (ese que se esconde y confunde a los
geógrafos) y saber que mi pueblo fue la capital de la
Tierra de la
Luz de
los árabes.
Añoro la
mirada de mis hijos cuando les contaba cuentos que inventaba para ellos. Guardo
con uñas y dientes mi pequeña parcela de libertad; paladeo que la gente me
quiera, reír y fumar. Me gusta mucho fumar.
No me gusta
la gente con ropa cara y densamente perfumada, ni los hombres con gomina en el
pelo y en las palabras. No puedo con el calor húmedo de las playas ni con la
arena entre los dedos de los pies.
Detesto los
muebles relucientes, nuevos y sin historia ni alma. Los perros pequeños
vestidos por sus amos y La
Navidad del
consumo envuelta en burbujas Freixenet.
No me gusta la
Nouvelle Cuisine, ni las grandes ciudades;
me agobian los grandes museos así como viajar a golpes de horarios:
detesto que un guía me diga lo que tengo que mirar.
Odio el olor
a incienso de las iglesias, el bisbiseo de las beatas en las misas. Odio la
muerte y no poder escribir te quiero con mis dedos en tu espalda.
EL
PRINGAO DEL BARRIO
No me gusta
la gente que sonríe falsamente y, cuando te da la mano, estruja la
tuya hasta el martirio pretendiendo ser efusiva. Las viñas en otoño, porque en
septiembre ya les han quitado todas las uvas y parecen esqueletos, ni el agua
fría que, incluso en verano, me provoca temblores.
Las casas
viejas y los muebles achacosos, porque la miseria se contrapone a la riqueza de
los demás. La independencia de los gatos, porque arañan y no son como los de
Walt Disney, y la noche de Reyes, porque me contaron que los Reyes son los
papás y, los que no lo son, cazan elefantes; Tampoco me gusta hablar con los
amigos, porque las conversaciones de juventud se han convertido en monografías
sobre el trabajo y lo listos que son los hijos; odio el frío en la nariz,
porque me hace moquear y el olor de las mantas con olor a suavizante, porque me
da arcadas.
Nunca como
nada en el campo, porque la comida está fría y, encima, los demás se empeñan en
comer del mismo plato. Habiendo nacido en el Mediterráneo, me desconsuelo
habitando en los lugares áridos con ríos llenos de pesticida, y creo que los
que se creen que su pueblo es el ombligo del mundo, no han visto nunca el mapamundi
desde otro hemisferio.
Añoro la
mirada de mis hijos en cualquier tiempo y lugar. Mi libertad hace tiempo que la
cedí al bien común, y aunque ello me desespere, seguiré prefiriendo perder a
ganar a costa de los demás. No espero que la gente me quiera y pienso como
Einstein que, cuando le preguntaron si era feliz, contestó: “No, ni falta que
me hace”
Me gusta la
gente con ropa cara y densamente perfumada, y las mujeres con el cabello
vaporoso y la sonrisa en las palabras. Añoro el calor de las playas de la Costa Brava y la arena
corriendo por mis dedos como un reloj de arena.
Quiero que
los muebles estén relucientes, nuevos y con aroma de limpieza. Adoro a los
perros que se dejan vestir con docilidad por sus amos y La Navidad en que todos nos
reunimos alrededor del turrón y del Cava Canals i Nubiola, el día de los
enamorados, el día del padre y el día del libro. Me gusta la Nouveau Cuisine
(acabo de comer bondiola de ternera a la reducción de vino de Oporto, con
ciruelas y crema de batata) y las grandes ciudades llenas de cultura,
cosmopolitismo y actividad, aunque erradicaría de ellas a los guías.
Me gusta el
olor a incienso de las iglesias y el bisbiseo de las beatas en las misas. Me
paso el día escribiendo te quiero con la punta de los dedos en todos los poros
de tu alma. Y soy el legionario: Soy el novio de la muerteeee, mi más leal
compañeraaaaa.
EL GATO
DE CHESHIRE
Si hay que
hacer una lista de cosas que me gustan, y de otras que no, es imposible.
Me gustan mi
familia, mis amigos, vosotros que también soy mis amigos. Me gusta leer las
cosas que escribís, me gusta criticaros las cosas que escribís –y mandarlo al
Corral para que lo sepáis, claro-. Me gusta oír a mi mujer que ronda por la
casa. Me gusta tomar el vermut con ella los Domingos y pasearnos por la calle
Portales los días de buen tiempo, me gusta que me agarre del brazo. Me gusta la
libertad que me da. Me gusta chiquitear a
diario con mis amigos de siempre, para beber cuatro vinos y decir con ellos,
burradas de las mujeres, de los jefes, de las mujeres de los jefes, de los
políticos y de lo que se tercie, pero como dice un amigo mío cuando le riñe a
su hija por llegar tarde a casa: cuidado con lo que hacéis, que la juventud de
ahora… Ella le contesta “Oye, que me dices a mí, si aquí todos sabemos la fama
que tenías tú de joven” Y el le contesta “Ya, pero entonces lo hacíamos sin
maldad, no como ahora” Pues eso, criticamos a todos pero sin maldad, solo por
regodearnos.
Me gusta
releer los libros que me gustaron la primera vez. Si no lo hago ya, no me va a
dar tiempo. De los nuevos no leo casi nada.
Me gustan
tantas cosas…
No me
gustan:
No me gusto
yo.
No me gusta
la pedantería y yo muchas veces soy pedante.
No me gusta
la falsa modestia y la practico más de lo que quisiera.
No me gusta
mi vida anterior, ni la por venir. Me gusta hoy.
No me gusta
mi timidez al conocer gente, ni mi verborragia cuando he cogido confianza.
No me gustan
mis miedos ni mi pusilanimidad.
No me gusta
que haya demasiada gente a la que de entrada le caigo mal. Pero no me extraña
ni me molesta.
No me gustan
tantas cosas…
CRONOPIO
Me gusta desnudarme letra a letra.
Me encanta que la razón
prevalezca porque eso ocurre tan poco.
Cuando les hablo a las plantas
pongo la voz más dulce.
Quisiera que en las escuelas
enseñaran a soñar.
Una vez escuché a Dios en una
caracola.
Me rejuvenece contar
amaneceres.
Me pongo bizca cuando miento y
negra cuando me mienten.
Todos los días rozo el borde de
la felicidad con el mismo dedo.
La vida ha intentado amputarme
caricias y no ha podido.
Me gusta el libro que sale al
final de las películas de Disney y se cierra. Siempre lloro con Bamby.
Más de una vez he soñado que
volaba abarcando con mis alas todo un pueblo.
Me gusta escribir en el aire.
Idear motivos para tu risa.
Tengo un juanete con vida
propia.
De pequeña creía que Ortega y
Gasset eran hermanos.
Me gusta mirar por las ventanas
de los charcos y contar las nubes que pasan. ¿Verdad que antes había más
charcos?
Me gusta perder el tiempo
intentando alargar las horas.
Me es fácil imaginar cuentos
cuando sonríes,
pero más cuando lloras.
Me salen versos por las orejas,
como el que acabas de leer.
Me pirran los libros con
chocolate.
Me gusta ser madre, comer y
hacer el amor. En ese orden.
Lo de comer y hacer el amor,
los demás no lo dicen por vergüenza.
Adoro la luz de la tarde
atravesando las hojas y la velocidad de las golondrinas.
Siempre se me pegan los
macarrones y las melodías.
Creo firmemente que el amor
está del lado de la pobreza y de parte de las utopías.
Si me lees se me enciende una
lucecita.
No me gustan los símbolos ni
quienes se aferran a ellos.
No me gustan las personas que
aprietan los labios.
No me gusto cuando me enfado.
Ni cuando grito.
No me gusta el olor de los
hospitales.
Ni la grandilocuencia de los
políticos.
Por principios no veo la tele.
Odio las imágenes repetidas.
No me gustan las poses ni la
falsa humildad.
Ni las señales de tráfico y
mucho menos las señales del sufrimiento.
Me resulta tremendamente
difícil llenar ausencias.
No me gustan los que dicen que
no tienen tiempo.
No me gustan los conformados,
ni los uniformados ni los radicalmente disconformes.
Una vez me disfracé de mendigo
y me volví invisible. Lo juro.
Confieso que no me gustan los
libros gordos.
El único animal que me parece
feo es el hombre. Salvo excepciones inalcanzables.
No me gustan los que presumen
de leer mucho. Leer bien es complicado.
Me dan miedo los tres primeros
segundos después de apagar la luz. Luego ya no.
No me gustaría pasear por tus
ojos sin llegar a tocar tu corazón.
Mesdames et Messieurs,
je vous présente… MICHEL DE BERGERAC
Primavera:
Me gusta ver a la Pacha Mama reiniciar su
ciclo de vida y, a la luz, ganar su particular pulso contra la oscuridad.
También me gusta observar cómo florece la parra virgen vistiendo de verde el
patio de mi casa. El olor a jazmín. El olor de tu piel, el olor de todas las
pieles de todos los colores y de todas las razas.
Verano:
Me gusta la luz del Sur, las casitas
encaladas, el horizonte vestido de olivares y el aroma del aceite de oliva. Me
gusta bañarme en un mar tranquilo en un día de calor, para después caminar
durante un buen rato sobre la arena mojada. Sentir la brisa marina sobre mi
piel aún húmeda. El sabor a sal y el olor a yodo. Me encanta hacer el amor a la
hora de la siesta, los cuerpos empapados de sudor. Y volver a la playa al
atardecer para pasear por el malecón mientras contemplo la caída del dios Sol.
Otoño:
Me gusta el misticismo de la meseta
castellana allá por noviembre, pasearme por un parque con sus caminos
alfombrados de hojas, el ruido de mis pasos al caminar sobre ellas, el olor a
tierra mojada, sentarme en un banco y leer de nuevo las rimas y leyendas de
Bécquer.
Invierno:
Me gusta ver cómo cae la nieve a
través de los cristales, en casa, calentito, mientras escucho “Tubular Bells”.
También me gusta salir a pasear bajo los blancos y silenciosos copos. Y volver
a sentir el calor del hogar cuando regreso.
Siempre:
Me encanta viajar, conocer mundo,
gente muy diversa, y constatar que el alma no tiene fronteras. Me gusta
aprender palabras nuevas en todos los idiomas del planeta. Me gusta seguir
siendo el eterno estudiante, seguir descubriendo algo nuevo cada día. Me gusta
probar el pan y el vino de cada región que visito. Y en todas partes me gustan
los huevos fritos. Me gusta fumar.
Me gusta la gente que es humilde,
solidaria y que sabe dialogar. Me gustan los inmigrantes, por toda la riqueza
cultural que nos aportan. Yo también fui un día inmigrante. Me encanta la
literatura, la música, la pintura, el teatro y el cine. También me gusta el
fútbol (qué le voy a hacer), porque es accesible para todos, sin distinción de
clase, se puede jugar en cualquier lugar y, además, con una pelota hecha con
papeles atados con cuerdas, como yo lo hacía en mi niñez.
Me gusta la franqueza y la gente que
va siempre de cara. Me gusta la sonrisa sincera de esos niños de medio mundo, a
pesar de la vida llena de miseria que les ha tocado en (terrible) suerte vivir.
Me gustan las personas con sensibilidad y que te miran a los ojos cuando les
hablas o te hablan. El lema que más me gusta es: “Haz el amor y no la guerra”.
Me han encantado siempre las culturas
aborígenes por su sabiduría y por el maravilloso trato que han tenido con la Madre Tierra.
Me encanta el proyecto que tenemos del
libro conjunto y del blog.
XXXXXXX
Nunca:
No me gustan los políticos con
su falsa sonrisa de “pepsodent”. Ni sus discursos llenos de mentiras, ni sus
políticas de “austeridad para muchos y derroche para pocos”. Ya lo decía Omar
Kayam, el gran poeta persa, célebre por sus odas del vino: “Cuando me
despierto, prefiero escuchar el eructo de un borracho que el discurso de un
hipócrita”.
Tampoco me gustan los manipuladores,
los que tergiversan la realidad para sacar provecho propio engañando a los
demás. No me gustan ni los “salvapatrias” ni los que dicen estar en posesión de
la verdad. No me gusta la gente tan pobre, tan pobre, tan pobre, que lo único
que tiene es dinero.
No me gustan los uniformes, nunca me
han gustado. Ni los desfiles, con sus trompetas y su redoblar de tambores.
Tampoco me gustan los palcos de personalidades. No me gustan los conflictos
bélicos, ni las armas, ni ningún tipo de violencia.
No me gustan las monarquías, ni la
jerarquía eclesiástica, con sus innumerables riquezas, que además, pagamos
entre todos. ¡Que les den! Y no me gusta para nada la situación actual en la
que se encuentra nuestro planeta.
Tampoco me gusta la “nouvelle
cuisine”. Soy de los que prefieren mojar el pan en la salsa de un buen estofado
de ternera hasta dejar el plato limpio y reluciente.
SIGNORINA
PIRANDELLO en busca de un lector
No me gusta
hacer listas y en especial odio hacer la lista de la compra. Las cosas que
pondría que me gustan son una cursilada. Las que no me gustan, obvias. Un amigo
juntaletras hizo una lista de éstas muy bonita: decía que le gustaban las
sábanas limpias. Nos abrazamos en un puente y luego se fue y luego se fue del
todo. No odio más que nada las despedidas, sino a los incapaces de despedirse;
y a mí misma, por ser incapaz de dejar de recordarlos cuando cambio las
sábanas. ¿Gustarme más que nada? Tú cuando me lees. Y me gusta...
“Me gusta
cuando callas porque estás como ausente”, como dijo Neruda.
O “Lo que
más me gusta es rascarme los sobacos”, que dijo Bukowsky.
...¿qué
decir después de eso? Que no alcanzaré nunca esos hitos de la poesía, lo sé. Y,
sin embargo, me gusta escribir, me gusta que me lean, me gusta que me digáis si
os gusta o por qué no os gusta Me gusta leer y deciros si me gusta o por qué no
me gusta. Me gustaría que un editor se enamorase de mis palabras y me hiciese
un libro muy muy bonito sólo para mí, pero no me gusta (y me da mucha
vergüenza) suplicar la magia. Así que aquí estoy... disimulando, a veces
incluso con tacones.
TORNADO CELESTE
Me gusta poder identificar a mis seres amados por su
olor. Cada piel tiene su propio perfume y yo me he enamorado de ellos.
Me gusta mirar fijamente cualquier objeto bien
iluminado y después cerrar los ojos y ver como su forma aparece en negativo
dentro de mi cerebro.
Me gusta el rechinar de las puertas con sus bisagras
poco aceitadas, su sonido eriza mi piel y me transporta hacia historias de
fantasmas.
Me gusta acariciar a mi perrita con los pies y sentir su suave pelaje.
Me guata escuchar los silbidos del viento cuando se arremolina sobre las
ventanas de mi hogar.
Me gusta observar las manos de las personas; ellas me hablan de vida,
actividades…
Me gusta dibujar figuras con mis dedos sobre los cristales bañados de
vapor.
Me gusta que mis pulgares naveguen en la palma de la otra mano.
Me gusta ver los actos de magia y sorprenderme, como cuando tenía cinco años.
Me gusta fotografiar cualquier imagen, objeto o persona, que se vea
reflejado en un espejo.
Me gustan los espejos, pues aportan magia al mundo. A veces creo encontrar
en ellos otra dimensión.
Me gusta el sonido que produce el maíz crepitando dentro de una olla
cuando la pongo sobre el fuego.
No me gusta pensar en lo que no me gusta.
No me gusta tener los pies fríos.
No me gusta dormir en sábanas arrugadas.
No me gusta encontrar migas en la cama.
No me gusta tener horarios para comer.
No me gusta despertarme y no conciliar el sueño.
No me gusta perder el poder de sorprenderme.
No me gusta no saber qué no me gusta.
No me gusta no encontrar las palabras adecuadas para describir
situaciones.
No me gusta ser tan emocional.
No me gusta dejarme influenciar.
No me gusta