domingo, 28 de junio de 2015
jueves, 25 de junio de 2015
OPERACIÓN BIKINI
Van andando deprisa
las andarinas.
No de paseo, no, sino deprisa.
Echan un pie adelante, veloz y
ciego,
con radar en la suela, de
aeroplano.
Y sin posarlo, alza su vuelo el
otro.
Sudan las sudaderas
las andarinas.
Sin mirar adelantan al paseante.
A pesar de su prisa, hablan y
hablan.
De qué hablarán. Tan solo se oye
al pasar, el rumor, de una manada.
Han desaparecido
las andarinas.
Era su meta un bar de desayunos.
Cuando el viandante llega, solo se
encuentra
unos platos con restos. Y picotean
entre sus dientes de cocodrilo, mil
pajarillos.
sábado, 6 de junio de 2015
Eduardo Sosa contesta
Hola...queridos naùfragos tinteros!
Nunca màs cierto eso de que"...los últimos seràn los primeros" Aquì
estoy si me llaman y màs aùn si es para seguir desangrándonos juntos, en esta
batalla inacabable por contagiar nuestros sueños oscuros...Un abrazo!!!
INVOCACIONES
... -Escribe para mí...- Me dijo. Y le
creí. Le creí porque aún tenía el entusiasmo del novato. Del que, aunque en su
fuero interno, intimo, sabe que es bueno escribiendo, se impone a si mismo,
cientos de barreras. Emocionales la mayoría. Había ganado un par de concursos
que en los últimos cinco años, me llenaron de satisfacción, no de dinero. Aún
así, mi ambición pasaba por encontrar las palabras justas, proféticas, llenas
de oropeles y giros sintácticos que salieran al mundo como hijos pródigos.
Palabras que fuesen entendidas por la gente común y los eruditos en la materia.
En cientos de idiomas. Por diferentes culturas. En ciento de idiomas. Luego de
eso, quizás podría retirarme a descansar. mi mente y mi alma. Dedicarme sólo a
permanecer, con un nombre y una obra, en el corazón de mis admiradores.
Curiosos. Ávidos de volver a leerme. Y esta parecía ser la oportunidad. La que
todos esperamos. La que, según dicen, sólo se presenta una vez. Su traje estaba
impecable. El peinado, sin embargo, con todo un negro cabello tirado hacia
atrás, brillante azabache, decorando una frente amplia, parecía antiguo para
esta época. Demasiado lustroso. Lo que impresionaba, sin embargo, de ese
rostro, eran sus ojos. Bajo espesas cejas. Ojos gatunos, verdes. Una nariz
recta y cortada a cincel. La boa ancha, carnosa, sobre un mentón, podríamos
llamarlo, recto y un gracioso y apenas perceptible, hoyuelo en él. La piel olor
morena, de tipo oriental. ¿Iraní, Norafricano, Portugués...? Hombros anchos.
Alto. Su mano izquierda aferraba un maletín negro. La otra, la derecha, se
extendía, abierta, esperando estrechar la mía. Así, sin más. Estaba parado
frente a mí, en el hall de casa. "Escribe para mí..." Había dicho y
su voz era firme. Convencido íntimamente de que yo no me negaría. De que no
podría negarme... -Perdón...? Buenos días...Ud. es...?- Le repliqué,
estrechando su mano. Estaba fría. Fueron segundos de indecisión los que me
recorrieron como una descarga eléctrica. La casa, la calle, la gente, los
árboles, el ruido normal de las cosas alrededor y la visión de ellas, se
tornaron borrosas, Sólo su figura y ahora su sonrisa, se recortaban frente a
mis ojos. Le solté, tal vez, bruscamente la mano y él volvió a hablar.-¿Es tan
importante el nombre de alguien..? Buenos días, llegué hasta Ud. por
referencias de un librero amigo, alguien que conoce muchísimo de literatura
y...aunque Ud. no lo sepa ó lo crea, quedó admirado de su prosa...Marcus, es mi
nombre...Marcus Robertson...- Yo sabía que mentía. Aún hoy, estoy seguro que si
en ese instante, le hubiese dicho que se fuera, que no me interesaba su
propuesta, tal vez estaría horriblemente arrepentido. Curly, el escuálido gato
negro que hacía las veces de amo de llaves en mi solitario y húmedo
departamento, maulló lastimeramente. Saltó de la mesita del teléfono, ubicada
junto a la escalera que llevaba a la planta alta, con pasos y giros
silenciosos, elegantes. Se arrebujó entre sus piernas. Los animales entienden.
Aceptan o no a las personas. Marcus se inclinó, depositando su maletín
displicentemente en el piso. Acto seguido, alzó con una exagerada ternura al
gato. Todo parecía natural. Los gestos, la familiaridad entre ellos. El extraño
allí, parado en la entrada...era yo. -Amo a los gatos...y ellos a mí.- Murmuró
sin dejar de observar la amplia estancia y sin interrumpir las caricias al
minino, que ronroneaba. Tocó, cual una suave referencia de asombro, la
brillante madera de los pasamanos. Su nariz olfateaba el aire. Sonrió, cerrando
los ojos. -Este aroma me es familiar...y grato.- Dijo. En aquel momento sus
palabras no me sobresaltaron. Tiempo después las recordaría. -¿Cuál es tu
estudio, dónde creas a ... tus personajes?- Me interrogó. Yo aún estaba
atontado. Sabía que tenía que reaccionar y preguntar un montón de cosas, pero no
podía. Las palabras me ahogaban. La atmósfera se tornaba cada vez más irreal...
Giré lentamente hacia el amplio living. Detrás de mí sonaron sus pasos,
siguiéndome. No tenía, ni debía sentirme obligado con él. Estaba permitiendo el
ingreso a mi casa a un completo extraño, alguien que llegó hasta mi umbral
(...y mi vida.), de improviso. Pero no tenía miedo. Una rara familiaridad
flotaba entre él y yo. Curly seguía ronroneando entre sus brazos. Pasamos a la
biblioteca y nos detuvimos frente a los altos estantes que se empotraban a la
pared. Cientos de libros dormían sus sueños de fantasía e historias reales, de
poemas, ensayos y novelas. El gato saltó suavemente hasta el escritorio.
Esquivando bolígrafos, lápices, la pantalla de la computadora, dos retratos y
una botella de coñac, que todas las noches me acompañaba a través de mis
mundos, fuera de este mundo... -Excelente. Es un ambiente ideal...- Habló de
nuevo Marcus. Se deslizó hasta tocar con sus manos reverenciosamente los libros
en los estantes. Cerró otra vez sus ojos. Se notaba que estaba disfrutando del
momento. Como si toda su vida se hubiese preparado para esto, como si el hecho
de que yo aceptara su propuesta, no importara demasiado. -¿Qué escribes...?-
Dijo ahora. Observando sobre el escritorio, unos papeles llenos de frases a
medio terminar y otras tachonadas. Con la premura y el celo de un artista, me
dispuse a tomar esos borradores y...(aún no sé porqué), le relaté una sinopsis
de mi futuro cuento, ése que daría pié a otros, quizás más tenebrosos, de una
serie que hubiese dado en llamar: "Antes de la medianoche..." -¿Se lo
leo...?- Pregunté ahora yo, casi hipnotizado por la firmeza de esa mirada que,
sí, parecía estar seguro de que lo mío en literatura, era muy interesante y
bien escrito. Además, si la intención era aceptar aquella extraña propuesta, él
debería conocer cuál era el estilo que mejor manejaba yo. -Trata sobre un
escritor, el cual, llegado al ocaso de su vida...-Comencé a leerle.-...toma la
decisión, quizás absurda y temeraria, de invocar a un ángel a través de
antiguos conjuros cabalísticos, para que le ayuden a triunfar en esta larga y
dificultosa tarea de escribir...- Mientras mi voz retumbaba en la silenciosa
sala, una de sus manos acariciaba a Curly, seductor y ajeno a casi todo, la
otra salió del bolsillo izquierdo de su chaqueta y depositó una extraña medalla
plateada frente a mis ojos...que empezaron a parpadear y a agrandarse.
-Lamentablemente...- Proseguí leyendo y mirando alternativamente aquel extraño
amuleto.-...el viejo escritor mezcló las fórmulas del conjuro secreto y a su
casa se presentó un demonio, dispuesto a robarle su identidad para seguir
escribiendo, pero...eso sí...únicamente manuscritos de horror y sangrientos,
desde el más allá...- Cuando levanté la vista para centrar mi atención en él y
en ese pequeño medallón, sólo alcancé a ver...(y sentir...) cómo su mano
derecha quebraba de un golpe seco e impiadoso, el cuello de mi gato. Marcus
sonrió y una hilera de dientes afilados, filosos y amarillentos decoraban su boca...la
carcajada me hizo estremecer. El espanto sacudió mi gastado corazón. Los
médicos que llegaron hasta aquí, cuarenta y ocho horas después, cuando el hedor
de mi cadáver inundó la calle, certificaron que fue un infarto… A Curly no lo
hallaron hasta una semana después, lleno de gusanos, entre algunos trastos
viejos en el desván. Ningún vecino dijo haber visto a nadie, ni a Marcus, el
extraño visitante que venía a proponerme el éxito. Termino de escribir este
relato y vuelvo a habitar las sombras, es el único refugio que tengo de aquí en
más, luego de tratar de invocar a fuerzas que no se pueden controlar... Al fin
y al cabo, terminé escribiendo para él y para ti...que lees.
Y EDUARDO CONTESTA.
La Reina de corazones lleva la corona "ladeá" y va de un lugar a otro con la falda arremangada, excitada y feliz porque ha recibido contestación a su llamada. Se ha bajado a la bodega y allí ha pedido un refresco (hace un calor de mil diablos) el Asesino de Morfeo la mira condescendiente mientras dice que sí, que Eduardo Sosa escribe muy bien, mientras le mete una calada a su cigarro que lo deja tiritando. La Signorina Pirandello, hermosa y altiva, sonríe con suficiencia y opina que ella le repasaría un poco el relato y sería posible que fuera un ganador de concurso. El Pringao del barrio, repanchigado en el sillón y con una media sonrisa, dice que él le pondría unos cuantos globos (así les llamamos a las correcciones que nos hacemos los miembros del Corral).
El caso es que a todos les ha gustado, y mucho, la historia que nos ha contado Eduardo, así que, por unanimidad, deciden colgarla en COLABORACIONES, para que todo el mundo pueda disfrutarla, y comentarla, que para eso, el que quiera, puede hacerlo directamente en nuestro blog. Sin censura y con respeto a la ilusión que todos ponemos en esto de escribir.
Como cualquiera puede corregirme aquí mismo lo que le parezca procedente (Esa coma está mal puesta, valiente bazofia nos has metido, reina de las escobas, (yo os doy permiso para decirme lo mal que escribo, que de todo hay en la viña del Señor) etc.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)